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Esa noche dormí poco y mal, porque soñé que mi piel estaba cubierta de grietas. Grietas de todos los colores y tamaños, algunas muy profundas, otras no tanto. Soñé que vos eras tan pequeñito como una pestaña, y caminabas sobre mi piel esquivando imperfecciones, y en el afán de llegar a mi boca te caías en una de mis grietas más profundas. Te caíste, y no pude dormir más.
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